El savarín es un bizcocho tierno y bañado en un almíbar de licor que le da el sabor y textura característicos. Se elabora en un molde con hueco en el centro para repartir mejor el calor y luego se rellena ese hueco con nata y frutas.
En el siglo XIX este pastel fue bautizado como savarín en honor al gastrónomo francés Anthelme Brilant-savarín, autor de la filosofía del gusto, el primer tratado de gastronomía.
Lo único fundamental a la hora de hacer este pastel, es usar el molde adecuado, el molde savarín de rosca y con un fondo semicircular permite el correcto levado de la masa, además de favorecer el baño de jarabe que se le da posteriormente al horneado.
Ingredientes:
250 g de harina de fuerza
2 huevos
70 ml de leche
70 g de mantequilla
5 g de levadura seca
50 g de azúcar
3 g de sal
Para el almíbar
1/2 litro de agua
250 g de azúcar
1 raja de canela
1 trago de licor
Para decorar:
200 ml de nata
Frutas frescas
Se hace un volcán y en el centro se pone la levadura disuelta en la leche templada, los huevos y la mantequilla pomada.
Se revuelve bien hasta integrar todos los ingredientes. Este proceso se puede hacer a mano, pero si se tiene un procesador es mejor.
Cuando la masa ha leudado, se desgasifica y se coloca en un molde de corona que hemos engrasado y enharinado.
Se deja de nuevo en reposo, tapada en un lugar cálido para que vuelva a leudar. Cuando ha doblado su volumen, se hornea a 200°C durante unos 30 minutos.
Mientras se hornea el bizcocho, se prepara el almíbar. Para ello se pone en una olla el agua, el azúcar y la canela y se deja hervir durante unos 15 minutos o hasta que tenga la consistencia de jarabe y luego se añade el licor.
Cuando el savarín está listo, se desmolda todavía caliente.
Cuando refresque se vuelve a meter en el molde o se coloca sobre una rejilla y se baña con la mezcla de almíbar y ron que debe estar tibia. Se deja enfriar mientras el bizcocho va absorbiendo todo el líquido.
Para servir, se desmolda y se adorna con nata montada y fruta fresca.